Uno de los primeros documentos —de los que la musicología tomara conocimiento— sobre la música americana del período colonial, es el llamado "Códice de Fray Gregorio de Zuola", libro de origen peruano (Cuzco) que llegó a Buenos Aires como una donación al notable pionero en la investigación de las letras y las artes americanas de los siglos XVII y XVIII, que fue Ricardo Rojas.
No obstante su temprano "descubrimiento" —la década de 1930— por la musicología, éste documento siempre encerró enigmas que normalmente desalientan a los los intérpretes. A pesar de lo oscuro de sus interrogantes, las canciones de éste códice contienen una enorme luz, no solo por su indudable valor artístico, sino también por que nos permiten abrir una ventana a una práctica musical que no abunda en referencias. Este códice posee en sí un gran interés, por cumplir el papel de mediador entre la tradición hispánica —de transmisión principalmente escrita— de tonos humanos y la música tradicional monódica —de transmisión principalmente oral— del sur de los Andes peruanos.
El códice contiene 18 canciones, que reclaman una procedencia presuntamente común: se originaron como voces de composiciones polifónicas en España; circularon por la península y los dominios americanos; durante esa circulación cambiaron, posiblemente como resultado de su adopción por grupos sociales distintos; y tras esta etapa de transmisión oral, fueron vueltas a anotar por Zuola —lo cual no implica que el proceso se haya detenido: puede haber continuado con independencia del texto escrito. Hoy pueden verse como parte de una tradición definida, la de los tonos humanos o canciones polifónicas seculares del Barroco, que circuló a lo largo de todo el imperio español. De las 16 canciones de temática secular preservadas en Zuola, una se presenta en dos versiones concordantes en texto y música. Otras nueve tienen concordancias fuera del manuscrito, cuatro de letra solamente, cinco de letra y música. Las concordancias atestiguan la dinámica peculiar de los tonos humanos, que circulaban en variadas guisas a través de múltiples ámbitos, como canciones seculares, música teatral de comedias y dramas, villancicos religiosos, y danzas o diferencias(variaciones) para arpa o guitarra.
La mayoría de las melodías fueron anotadas como monodias sin bajo —a modo de canción popular—, lo cual contrasta agudamente con la costumbre generalizada de escribir los tonos como canciones corales a tres o cuatro voces, o, más adelante en la historia, solos o dúos con continuo.
En el programa que presentamos, intentamos reconstruir, lo que podrían haber sido las formas de interpretación de éstas canciones, o sea, la manera en que estas piezas sonaron en su época.
Toda la belleza y finura de los textos de Lope de Vega, Calderón de la Barca y sus contemporáneos, puestos en música a través de un lenguaje sutil, sencillo y encantador aunque no exento de misterios para nuestra concepción actual y nuestra tradición letrada, refulge y cobra vida a través de una mirada que intenta integrar el conocimiento de la música antigua "erudita" y la experiencia en la música de tradición oral como es el folklore.
Marizápalos
Marizápalos bajó una tarde
al fresco sotillo de Vacia-Madrid,
porque entonces, pisándole ella,
no hubiese más Flandes que ver su país.
Estampando su breve chinela,
que tiene ventaja mayor que chapín,
por bordarle su planta de flores
el raso del campo se hizo tabí.
Marizápalos era muchacha
muy adorada de Pero Martín,
un mozuelo sobrino del cura,
que suele en el baile campar de gentil.
Muchas noches pasó en sus umbrales
diciendo al sereno todo su sentir
y costándole muchos bodigos
tener por amigo un preso mastín.
Al sotillo la verde rapaza
de su amartelado se dejó seguir,
que, llevando su nombre en la boca,
toda su alegría se le volvió anís.
Al volver la cabeza Marica,
fingió de repente el verle venir
y fue tanto su gozo y su risa,
que todo el recato se llevó tras sí.
Recibióle con rostro sereno
y, dándole luego su mano feliz,
agradable en la palma le ofrece
toda la victoria librada en jazmín.
Dijo Pedro, besando la nieve
que ya por su causa miró derretir:
"En tus manos más valen dos blancas
que todo el Ochavo de Valladolid."
A la sombra de un olmo se fueron
a quien mil abrazos le daba una vid,
y a su ejemplo los finos amantes,
más firmes que ellos, se dieron dos mil.
Merendaron los dos en la mesa
que puso la niña de su faldellín
y Perico, mirándole verde,
comió de la salsa de su perejil.
Pretendiendo de su garabato
hurtar las pechugas con salto sutil,
respondió Marizápalos ¡zape!
llevando sus voces cariños de ¡miz!
Un arroyo que estaba vecino
mirando la lucha de tan dulce lid,
entre dientes de sus guijas blancas
corrido de verlos se puso a reír.
Mas oyendo ruïdo en las hojas
de las herraduras de cierto rocín,
el Adonis se puso en huída,
temiendo los dientes de algún jabalí.
Era el cura que al Soto venía
y, sipoco antes aportara allí,
como sabe gramática el cura,
pudiera cogerlos en el mal latín
Fuente:
http://amusindias.free.fr/es/discos/text-vol-bl-701.php3
Consultado el 10 mayo 2014